Paola Avello / Asesora Regional de Emergencias, World Vision Latinoamérica y Caribe
Todavía es temprano para derivar conclusiones de una pandemia que está activa en Europa, Latinoamérica y varios países del sudeste asiático.
No obstante, la curva descendente de la cantidad de personas contagiadas en China y el exitoso manejo del contagio en Singapur y Hong Kong, versus el incremento exponencial experimentado en Italia y el aparente escenario moderado en Latinoamérica, nos permite observar a distancia qué ha resultado efectivo y qué no.
Al 13 de marzo, China acumulaba más de 81.000 casos, y justo el día anterior, añadió 21 nuevos casos, lo cual es indicativo de que la cantidad de personas enfermas progresivamente está decreciendo. Italia, por el otro lado, registra más de 15.000 casos y el día anterior (12) añadió más de 2.200 casos nuevos, lo cual significa que la transmisión del patógeno, en ese país, está en un punto todavía alto.
Si analizamos la incidencia de casos como proporción de la población total, China muestra 56 casos por cada millón de habitantes, entretanto, Italia acumula 250 casos por cada millón. La composición demográfica –en donde la población adulta mayor es relevante- incrementa el impacto y letalidad de la enfermedad.
Desafíos y oportunidades
La fortaleza y nivel de preparación de los sistemas e instituciones del sector salud han sido críticos para contener la magnitud de pandemia. En Latinoamérica, al 18 de marzo, se registraban 1200 casos confirmados. Brasil acumula la mayor cantidad con 321, seguido por Chile (201) y Perú con 117.
Aunque el número de casos es sin duda algún motivo de preocupación, en algunos países es indicativo de la capacidad y efectividad de los sistemas de detección temprana, en contraste con países en donde no hay protocolos definidos para identificar, cuantificar, aislar y tratar los casos. El comportamiento de la enfermedad en varios países asiáticos –que reditúan de su experiencia previa con el AH1N1- hace prever a una parte de la comunidad científica que puede haber un subregistro en el número de casos en los países.
Por ello, en la era de la información, el acceso a los datos y la capacidad de analizar el comportamiento e impacto del COVID-19 –en algunos casos- ha resultado en la toma de decisiones efectivas para contener la enfermedad. Hong Kong, con aproximadamente 10 millones de habitantes y Singapur con 4 millones, tienen bajos niveles de letalidad y una propagación moderada, debido a la toma de decisiones basada en el análisis de datos. Su éxito resalta pese a tener relaciones comerciales y políticas cercanísimas con China, el epicentro de la pandemia.
Lo que esta pandemia ha mostrado, también, es que la procrastinación no es una buena decisión. La detección temprana y la implementación de sistemas robustos de monitoreo y atención son claves para superar esta crisis sanitaria. Tomar decisiones oportunas puede reducir el número de muertes por la enfermedad en 10 veces.
Para muchos países, el cierre de sus fronteras y limitar la movilidad ha sido la medida elegida para aislar y contener la propagación del COVID-19 (tal y como lo hizo China en la provincia de Hubei). La medida probó ser efectiva porque promovió el cambio de conductas para implementar practicas higiénicas. También probó ser efectiva, porque la reclusión forzada estuvo desprovista de xenofobia y exclusión.
Sin embargo, cuando las decisiones se toman para estigmatizar grupos de población en razón de su edad, nacionalidad o algún otro criterio, no sólo se multiplican los riesgos sanitarios, pero se añade a estos dimensiones políticas, económicas y sociales a la crisis. Cuando las capas más vulnerables de la sociedad –como los niños y niñas migrantes y los refugiados- son excluidos, un tema sanitario crea fracturas sociales capaces de causar conflicto y confrontación social.
En World Vision concluimos, en esta etapa de la pandemia, que todos los ciudadanos, independientemente de su nacionalidad, género, edad y estatus legal, deben tener acceso a atención médica oportuna y a instrucciones claras para mejorar sus hábitos de higiene.
Como organización cristiana y humanitaria, priorizamos el bienestar de los niños y las niñas y de todas las personas. Nuestra experiencia previa en epidemias como el Zika, Ébola y AH1N1 nos demostraron la importancia de monitorear con cuidado la evolución de la enfermedad y proveer abundante información para modificar los hábitos de higiene y así reducir condiciones de riesgo. Asimismo, la transparencia que permite tomar decisiones sin crear miedo y temor en la población son críticos.
Nos adherimos y promovemos los protocolos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), especialmente los referidos al bienestar de los niños y las niñas, que indican, entre otras medidas: permanecer en casa en caso de enfermedad; cubrirse la nariz y boca durante el estornudo o tos con la parte interna del antebrazo o con una toalla desechable y descartándola inmediatamente; lavar las manos frecuentemente con agua y jabón; y limpiar con frecuencia los objetos y superficies con las que tenemos contacto.
También estamos llamados a apoyar a las y los cuidadores, para que ente proceso, por complejo que sea, se convierta en una oportunidad de brindar un cuidado amoroso a los niños y niñas a su cargo. El cuidado es una responsabilidad colectiva-social. Significa el potenciar el capital humano y proteger y preservar su sostenibilidad.
El COVID-19, ciertamente no es una amenaza que nos llevará a la extinción de la raza humana, pero lo que puede causar efectos devastadores es el temor, y la debilidad de nuestros sistemas institucionales de salud. El comportamiento y alto nivel de propagación del COVID-19 es una oportunidad para prever, diseñar y fortalecer con anticipación nuestros sistemas nacionales y mecanismos de salud comunitarios, en preparación para eventos sanitarios en el futuro.
Más aun, nos presenta la oportunidad de propiciar reglas de convivencia sanas en medio del necesario distanciamiento social y aislamiento que experimentamos. Desde World Vision, promovemos los principios de la Ternura como base: cercanía, constancia, confianza, reciprocidad y empatía.