Por Mishell Mitchell Bernard
La violencia contra la niñez es camaleónica, sabe mimetizarse entre lo cotidiano para pasar desapercibida; sin embargo, sus efectos son siempre perniciosos y priva a los niños y las niñas de sus derechos fundamentales.
Restavek es el nombre en creole utilizado en Haití para denominar a los niños y las niñas que “Restent avec”, o “se quedan con” una familia que los acoge. Datos del Instituto Haitiano de la Infancia (IHE, por sus siglas en francés) señalan que 24% de los menores entre 5 y 17 años que permanecen con otros familiares, o en otro hogar, lo hacen debido a los problemas económicos en el suyo, 16% por problemas sociales, y 16% debido a la muerte de uno o ambos padres.
Únicamente 6 de cada 10 niños y niñas trabajadores domésticos tienen a ambos padres vivos (en contraste con el 85% de los otros niños), 27% ha perdido a alguno de sus progenitores, mientras que 11% son huérfanos. Cuando son enviados por sus padres a otro hogar, 20% dice tener contacto diario con ellos, 37% dice que semanalmente, mientras que 15% ha perdido todo contacto con papá y mamá. Cuanto más pequeños, más esporádico o inexistente es el contacto con los padres. La situación de estos niños y niñas, no sólo relata la historia de cuerpecitos cansados, habla también de corazones tristes y desarraigados.
De primera entrada, recibir a un niño o una niña -que puede ser pariente o no-, parece una noble intención, pero detrás de esta fachada también subsiste un sistema que enrola a los niños como mano de obra infantil dedicada a la realización de tareas domésticas. La probabilidad de que un niño sea trasladado a vivir a otro hogar es el doble en las zonas urbanas (32%), que en las zonas rurales (16%).
De acuerdo con el censo del IHE, la mitad de los restavek, un nombre que es también estigma, realizan tareas domésticas tales como la recolección y transporte de agua al hogar, la limpieza de la unidad familiar, lavar platos, hacer mandados varios y preparar el fuego para la cocción de los alimentos.
Su incorporación en el desarrollo de tareas domésticas como parte de su proceso de socialización parecería normal; no obstante, el censo señala que 17% de los niños trabajadores domésticos labora cinco horas o más al día, versus el 7% de otros niños. Por otra parte, uno de cada cuatro de ellos debe realizar tareas en horarios nocturnos, después de las ocho de la noche, o antes de las seis de la mañana.
Los niños asumen tareas agrícolas y de cuidado y atención de los animales, mientras que a las niñas le son atribuidas tareas del ámbito doméstico.
Además de dedicar largas y extenuantes jornadas, los menores trabajadores domésticos son privados de derechos fundamentales. En el acceso a la educación, las niñas en esta situación tienen el doble de probabilidades de no ser matriculadas en la escuela (44%) frente a sus pares varones (22%).
Y cuando de salud se trata, si se enferman, son enviados en menor medida al centro de salud que otros niños. Su enfermedad, en muchas ocasiones, se considera algo leve, algo que puede pasar allí mismo en el hogar…
La autora es Directora Regional Senior de Public Engagement para World Vision Latinoamérica