El carisma, compromiso y empatía que caracterizan a Ernesto hacen que las personas se sientan en confianza cerca de él. Es el penúltimo de seis hermanos y quien ha heredado el compromiso de servir. Tiene 26 años, es docente de primaria, docente de escuela dominical y cuenta con un técnico en Ingeniería Agrónoma y otro en Administración de Empresa.
Para él, una de las cosas “fundamentales” de su existencia es ayudar a niñas, niños y adolescentes y sentir que con ello está aportando a un impacto positivo en sus vidas. A sus 17 años decidió formar parte del voluntariado naranja de World Vision Nicaragua, desde entonces, es reconocido en las comunidades de Nandaime como un joven referente en la protección de la niñez y la crianza con ternura.
“Yo inicié en el voluntariado impartiendo charlas sobre derechos de la niñez, salud sexual y reproductiva y estimulación temprana; antes de impartir charlas yo no sabía nada sobre esos temas, pero la organización me empoderó lo suficiente para poder enseñarle a los demás”, comparte.
Ernesto apoya a la organización en diferentes actividades, como voluntario comunitario da seguimiento a la niñez patrocinada de su comunidad, siempre pendiente del bienestar de ellos. Por su nivel de compromiso y su desempeño excepcional es invitado a diversas capacitaciones y talleres de la organización, a fin de seguirlo preparando como un líder en los temas de protección y desarrollo.
“En mi comunidad he sido bien aceptado, pero no solo atiendo mi comunidad, sino que ando en todas las comunidades en las que está presente World Vision en Nandaime, incluso los padres me han dicho que se sienten respaldados con el apoyo que les doy con el seguimiento a sus niños”, asegura.
Ernesto forma parte del liderazgo de su iglesia y ocupa los espacios que le brindan para reforzar desde el púlpito la importancia del amor, respeto y cuidado integral hacia los niños, y desde “la luz de la Palabra” (La Biblia) resalta la necesidad de desterrar las pautas de crianza que justifican la violencia como forma de corrección.
“No siento miedo de ir a las comunidades”
Una de las últimas actividades en las que Ernesto ha estado involucrado ha sido en la entrega de kits de higiene que World Vision Nicaragua realizó para la niñez en diferentes municipios. A él le tocó cubrir diversas comunidades de Nandaime.
“Aquí hay muchos voluntarios, pero, ahora con el COVID-19 muchos se han apartado. Yo no tengo miedo de ir a las comunidades y entregar los kits. Yo pongo mi fe en Cristo que me va a librar del mal y tomo responsabilidades por mi salud. Uso el kit de higiene que nos dio World Vision, cuando voy a las comunidades ando con mi mascarilla, mis guantes y me lavo constantemente las manos. Mucha gente hace comentarios en tono de burla sobre el uso de las mascarillas, pero yo no les hago caso, entiendo que son necesarias para cuidar de mi salud y la de las personas en las comunidades”, asegura.
Ernesto afirma que no puede haber excusas para no ayudar a la niñez, “más en los momentos difíciles porque las niñas, niños y adolescentes de las comunidades pobres son quienes más resienten una crisis humanitaria”, asevera.
Actualmente, forma parte del equipo que está coordinando la entrega de los Kits de Protección y Ternura que la organización está proporcionando para fomentar la autoprotección y la crianza con ternura en tiempos de la cuarentena.
“Yo también fui un niño patrocinado”
Para Ernesto ser parte del Voluntariado representa la oportunidad de agradecer a quienes en su infancia también velaron por él y le dieron la oportunidad de forjar un mejor futuro para su familia.
“Lo que más me motiva a servir en el Voluntariado de World Vision es saber que estoy retribuyendo todo lo que un día me dieron. Yo también fui niño patrocinado y ahora ver las necesidades y los problemas que viven los niños, me insta a seguir adelante y luchar por esos niños; así como en algún momento lo hicieron por mí y mi familia”, comparte.
Hace más de 20 años que la organización llegó a la comunidad donde habita Ernesto con su familia y en ese entonces, dos de sus hermanos mayores fueron parte de los primeros ocho niños patrocinados de la zona.
Él ingresó al programa de patrocinio a sus cinco años y fue acompañado hasta que cumplió la mayoría de edad, al igual que sus dos hermanos mayores y su hermano menor.
“Cuando yo era niño viví muchas experiencias negativas en mi vida, sentía que a los adultos de mi familia no les importaban mis sentimientos y aprendí a disimular que estaba sufriendo. Cuando ingresé al patrocinio los trabajadores de World Vision me demostraban que se preocupaban por mí y me enseñaron que era importante. Por eso es que cuando veo a un niño en las mismas condiciones, sea patrocinado o no, yo le enseño que es importante y hablo con los padres para que reconozcan el trato que le están dando a sus hijos y les imparto temas de Celebrando en Familia o Crianza con Ternura que son metodologías de World Vision en las que estoy capacitado”, comparte.
Un sueño hecho realidad
El sueño de infancia de Ernesto “era tener una casa que no se inundara cuando se creciera el río o lloviera” y pudo hacerlo realidad gracias al programa de patrocinio. “Uno de los primeros proyectos que hizo World Vision en la comunidad fue construir casas para los niños patrocinados con más necesidades, que éramos la mayoría en la zona. En ese momento, en mi hogar habíamos tres niños patrocinados y fuimos beneficiados. Mi casa pasó de ser una casita de tablas a una casa de loseta donde mi madre, mis hermanos y yo podíamos sentirnos seguro, desde entonces, mi casa nunca se volvió a inundar”, expresa.
Una familia naranja
Ernesto asegura que el deseo de servir a los demás también es una herencia que recibió de su madre Georgina Silva, quien fue la primera lideresa comunitaria que apoyó a World Vision cuando inició sus operaciones en Nandaime.
“Cuando la organización vino a la comunidad inició con ocho niños patrocinados y ahora es hermoso ver que tenemos más de 100. Yo acompañé a la organización como líder comunitaria por 17 años y recuerdo que aún con mi último embarazo caminaba largas distancias para asegurarme que los niños a los que atendía estuvieran bien. Para mí, World Vision me empoderó como mujer y me dio lecciones de vida que me permitieron ser mejor madre para mis hijos”, comparte doña Georgina con mucho orgullo.
Esas lecciones de vida son ahora parte del legado que Ernesto sabe reconocer y agradecer.
“World Vision me enseñó a ser consciente y empático con las necesidades de los demás. Si vos no sentís y no sos consciente de las necesidades de tu comunidad, entonces no sos apto para ser un voluntario. El voluntariado requiere de total entrega y compromiso sabiendo que tu recompensa es el bienestar de un niño, una niña y toda una familia. Yo estoy agradecido con World Vision por haber marcado mi vida y darme ahora la oportunidad de ser yo quien marque la vida de alguien más”, expresa.
Desde World Vision Nicaragua nos sentimos orgullosos de contar con el apoyo de un héroe anónimo, tan comprometido como Ernesto que desde el voluntariado comunitario aporta al bienestar integral de la niñez y agradecemos a doña Georgina Silva, su madre, por los años de apoyo que nos brindó en el inicio de nuestra labor en la zona y que permitieron que, así como Ernesto, muchos otros niños fueran impactados tan positivamente.