Por Marvin Soza Trejos
Técnico del Programa Agua Segura de World Vision Nicaragua

Por más de 10 años he trabajado en los temas de agua, higiene y saneamiento en comunidades rurales de varios municipios de Nicaragua. Me he encontrado costumbres, hábitos muy arraigados e imágenes duras que me han comprometido a impulsar un cambio. El agua no tiene género, sin embargo, cuando hablamos de su uso, cuido y al entorno natural, vemos que la mujer es quien sobresale.

En el sistema patriarcal, el papel tradicional que se le ha asignado a las mujeres está en el servicio y cuidado integral del hogar, mientras que el rol del hombre está enfocado en ser el proveedor económico del mismo. Ellos dedican más tiempo a actividades remuneradas y las mujeres a los quehaceres domésticos, un trabajo esencial para el funcionamiento de nuestra sociedad, una labor con muchas exigencias, pero con muy poco reconocimiento y ninguna remuneración monetaria.

Cuando en la comunidad no hay servicio de agua potable (o este es limitado), las mujeres, principales usuarias, prestadoras y administradoras de los servicios, pasan más de seis horas diarias buscando agua, administrándola tan sabiamente para beber, cocinar, bañar a las niñas y los niños, limpiar la casa y lavar la ropa en lugar de ir a la universidad, trabajar o descansar.

Peor aún, las mujeres y niñas que no cuentan con un baño deben caminar grandes distancias, solas, en muchas ocasiones de noche para evitar ser vistas y/o acosadas, obligadas a defecar al aire libre, atentando contra su dignidad y seguridad personal.

Las diferencias y desigualdades entre hombres y mujeres determinan cómo los individuos responden a los cambios en la gestión de los recursos hídricos. Comprender que los roles de los géneros limitan el desarrollo social, las relaciones y refuerzan las desigualdades, permitirán explicar las opciones disponibles para un bienestar común y elecciones más justas entre los individuos. Implicar a ambos, mujeres y hombres, en las iniciativas de gestión integrada de los recursos hídricos puede aumentar la efectividad y eficiencia de los proyectos.

En el sector de agua, higiene y saneamiento, las políticas públicas deben incorporar una perspectiva de género para asegurar su sostenibilidad. Desde World Vision Nicaragua, con el programa Agua Segura, hemos luchado para derribar muchas barreras y visibilizar el rol protagónico de la mujer en la seguridad hídrica.

Hemos reconocido que para combatir las desigualdades, tenemos que empezar por medir la dimensión del problema. Para nosotros es vital incorporar la perspectiva de género en los proyectos. Por ejemplo, nuestras capacitaciones incluyen la sensibilización sobre las diversas formas de violencia vinculadas al agua, higiene y saneamiento que son reforzadas por roles de género; tomamos en cuenta la opinión y necesidades específicas de las mujeres durante los procesos de toma de decisión, ligados al diseño e implementación de los mismos.

De igual forma, alentamos a las mujeres a tener un rol protagónico desde los Comités de Agua Potable y Saneamiento (CAPS), en la transformación de comportamientos personales, familiares y comunitarios desde la metodología Familia, Escuela y Comunidad Saludable (FECSA) y nuestro deseo de brindar herramientas para que las mujeres se empoderen en el ámbito de seguridad hídrica nos lleva promover espacios de liderazgo y a fortalecer sus conocimientos en estas áreas.

Como colaboradores del programa Agua Segura, tenemos el compromiso de hacer del agua un medio para el involucramiento digno y equitativo de la mujer, para derribar barreras invisibles aún existentes que limitan el buen trabajo y la minimización de sus capacidades.

El liderazgo que ellas representan hace que nuestro programa, nuestros proyectos y actividades sean exitosas y nos den esperanzas de un desarrollo medioambiental e hídrico sostenible que llegue más allá de lo que imaginamos.

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